10 de octubre: un recordatorio para agradecer y reflexionar.
Cuando comencé a estudiar psicología —hace ya algunos ayeres—, mi generación enfrentaba diversos retos que marcaban un camino lleno de incertidumbre. Caminábamos bajo la constante pregunta del “¿qué pasará?”, sin darnos cuenta de que ese presente, con todos sus desafíos, estaba escribiendo el futuro de nuestra disciplina.
En ese entonces, ejercer la psicología en México —particularmente en el sureste— parecía una tarea casi imposible. Existía un temor profundo hacia la profesión, un estigma social que hacía pensar que las personas no solo no creían en la psicología, sino que tampoco confiaban en el trabajo del psicólogo.
Recuerdo haber escuchado con frecuencia frases como: “De todos ustedes, solo algunos verán un futuro en esto.”
Hoy, al mirar en retrospectiva, entiendo que esas palabras nacían del desencanto de quienes cargaban con su propio resentimiento hacia la profesión y su realidad laboral. Sin proponérselo, proyectaban ese malestar sobre nosotros, los jóvenes que apenas iniciábamos el camino.
Así, algunos compañeros adoptaban una postura defensiva: “La gente no valora lo que hacemos, no entienden.” Pero esa mirada —aunque comprensible— no ayudaba a transformar la realidad, sino que nos alejaba de ella.
Sin darnos cuenta, muchos crecimos bajo la idea de que el éxito profesional dependía de demostrar quién era el mejor, lo que nos llevó a competir, a aislarnos y a encerrarnos en nuestros propios discursos.
Esa manera de pensar le hacía daño a la psicología, pero sobre todo, a las personas que buscaban en ella un refugio, un espacio de acompañamiento, una posibilidad de cambio.
Por eso, hoy —10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental— me alegra y me emociona constatar que la realidad ha cambiado.
Hoy la psicología se vive desde otra mirada, desde otro tiempo.
Nos hemos permitido ejercer con una perspectiva más humana, más centrada en el ser. Hemos aprendido a trabajar en comunidad, a comprender que no se trata de nosotros ni del éxito individual, sino de las personas.
Porque el verdadero éxito profesional se construye con el bienestar del otro.
No se trata de cuánto sé, sino de que mientras más aprendo, más puedo acompañar.
Sí, la salud mental es crucial, pero también lo son la salud social y el bienestar integral. Es momento de dejar atrás la idea de que salud mental significa solo ausencia de enfermedad.
Nuestro reto actual es aterrizar este concepto, actualizarlo y ampliarlo hacia una comprensión más real, más humana y más accesible.
Hoy celebro los logros de nuestra disciplina como aliada de las personas.
Celebro la evolución de la psicología hacia un quehacer más empático, colaborativo y consciente.
Y sobre todo, celebro que existan más espacios donde podamos construir bienestar de manera conjunta.
Porque hablar de salud mental es, también, hablar de gratitud, de comunidad y de esperanza.
Comentarios
Publicar un comentario